Como nos organizamos

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Don Leonel Guaca y María Imbachí llegaron a esta vereda en el año 1970 con sus hijos. Compraron estos terrenos y los repartieron entre sus hijos como herencia. De los hijos Don Jesús Antonio Guaca fue el único que construyó una vivienda y se dedicó a la agricultura. Conoció a su esposa Demesia Daza, nativa de esta vereda y tuvieron cuatro hijos. Sembraron árboles frutales y cultivos de piña. Un día al salir a recorrer otros departamentos Don Jesús Antonio se da cuenta de que las personas pagan por bañarse en piscinas y cascadas, por recorrer senderos y ver la naturaleza. Así nació entonces la idea de fundar un sitio turístico, de mejorar el camino, empezar a prestar servicio de hospedaje, recreación, alimentación, artesanías y de crear un sitio para realmente descansar y admirar la naturaleza. Don Jesús Antonio compartió la idea con sus vecinos pero nadie le prestó atención y  le dijeron que estaba loco  porque no  creían que nadie fuera a venir a un lugar tan lejano y de tan difícil acceso. Entonces decidió empezar con su núcleo familiar, su esposa y sus cuatro hijos. Pidieron un préstamo en el banco agrario y con el pagaron obreros para mejorar el camino. Poco a poco se

pusieron escaleras, puentes y se fue mejorando el camino. Se quitaron los palos de los pozos y hoy en día sólo se gasta entre 40 y 60 minutos en llegar a la quebrada.

A medida que el flujo de personas fue aumentando fue necesario empezar a cobrar y llevar un registro, porque  las  personas  cogían  piñas  del  cultivo,  dejaban  basura  o  hacían  daños.  Con  el dinero que se recoge se le hace mantenimiento al camino y se recoge la basura. Algunas de las personas no están de acuerdo con el cobro porque este es un sitio público y no tiene dueño pero otros piensan que es una buena labor. También se da una charla educativa para crear conciencia ambiental, se presta el servicio de primeros auxilios y traslado a caballo hasta la carretera en caso de accidente. También se ofrece guianza, alimentación y hospedaje.

Así pasamos de ser agricultores campesinos a ser microempresarios. Hoy en día contamos con una asociación que genera empleo y de la cual se benefician hoteles, restaurantes, empresas de transporte y los vecinos, dando la valorización de sus predios. También así empezamos a cambiar la imagen  del  Putumayo  ya  que  en otras  partes  nos  conocen  como  narcotraficantes  y  como violentos. Ahora mostramos la mejor cara, la que tenemos la mayoría de las personas que vivimos acá,   de   gente   alegre,   hospitalaria,   amable,   rica  en recursos  naturales,  en  paisajes  y  en  calor humano. Gente que vale la pena conocer y que dan ganas de volver a ver.

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